Más allá de la urbanización está el bosque. Ese bosque oscuro y silencioso en el que los niños escapan para perseguir fantasmas, miedos y leyendas. Son sólo juegos. Hasta que no vuelven. La tarde del 14 de agosto de 1984, tres niños de doce años, Jamie Rowan, Peter Savage y Adam Ryan, se adentraron en el bosque de Knocknaree, en las afueras de Dublín, nunca más salieron de él.
Aunque la Policía encuentra esa misma noche a uno de ellos, Ryan, abrazado a un roble, con los zapatos llenos de sangre y un rostro de espanto, incapaz de recordar nada de las horas anteriores. Veinte años después, Ryan intentará definitivamente escapar de aquel bosque. Ahora se hace llamar Rob, es detective de Homicidios y sigue guardando con celo aquella pesadilla de la infancia. Hasta que encuentran el cuerpo de una niña de doce años asesinada en un escenario difícil de olvidar: el mismo bosque, el mismo terror, ninguna pista.
A pesar de haber abandonado la brigada de homicidios, la detective Cassie Maddox recibe una llamada para acudir a la escena de un crimen, ya que ella y la joven asesinada, Alexandra Madison, son prácticamente como dos gotas de agua.
La policía desmentirá la muerte de Lexie Madison para que Cassie pueda suplantarla e irse a vivir a Whitethorn House, su antiguo hogar, que compartía con cuatro curiosos estudiantes universitarios, los principales sospechosos.
Cassie no tardará en verse arrastrada por el misterio de saber quién era realmente Lexie y penetrar en su mundo.
Veinte años atrás, Frank y Rose decidieron escapar de Faithful Place, el suburbio irlandés en que malgastaban sus vidas. Frank esperó durante horas, de madrugada, pero ella no apareció y él decidió irse solo. Ahora Frank es el policía más duro y efectivo de la policía irlandesa, y aquella cita frustrada no es más que un recuerdo de adolescencia.
Hasta que recibe una llamada: han descubierto la mochila de Rose en una casa abandonada. Algo se remueve en el interior de Frank. ¿Y si después de todo ella no faltó a aquella cita... sino que alguien le impidió hacerlo?
El viejo barrio y su propia familia reciben a Frank con hostilidad, rencores acumulados durante años... y un espantoso secreto que desvelar.
El marido, asesinado en la cocina; la mujer, agonizante tras haber recibido varias cuchilladas; los dos hijos, asfixiados en sus camas.
El horror que ha golpeado a la familia Spain supone todo un reto para el detective Mike «Scorcher» Kennedy. Pronto aparece un sospechoso, pero hay algo más: la casa de los Spain está llena de extraños agujeros en las paredes, cámaras, sensores... como si temieran a algo que estuviera viviendo con ellos.
Quizá tenga algo que ver el lugar: un sitio al que los Spain llegaron llenos de ilusión y que se convirtió enseguida en una urbanización semidesierta, arrasada por el paro y la crisis: el lugar ideal para que crezcan los monstruos.
El detective Stephen Moran apenas recuerda ya el caso de Chris, uno de los chicos más populares del instituto St. Kilda de Dublín, que apareció muerto un año atrás. Por eso se sorprende cuando se presenta en comisaría una de las compañeras de clase del difunto, Holly Mackey, con una nota que ha encontrado en el tablón de anuncios del colegio, junto a la foto del muerto: «sé quién lo mató.» Stephen reabre el caso junto a la arisca pero efectiva detective Antoinette Conway, ambos bajo la atenta mirada del padre de Holly, que no es otro que Frank Mackey, un curtido colega del departamento de Homicidios. Todas las pistas llevan hasta el grupo de amigas de Holly, sus secretos vínculos y su relación con el chico asesinado.
Los detectives pronto descubren que, bajo una capa de aparente frivolidad, las chicas tienen sus propios códigos, jerarquías y, sobre todo, secretos. El mundo privado de las adolescentes resulta ser mucho más peligroso de lo que habían imaginado.
La brigada de homicidios de Dublín dista mucho de ser lo que había soñado la detective Antoinette Conway. El único que parece alegrarse de su presencia es su compañero, Steve Moran. El resto de su trabajo es una acumulación de casos ingratos, novatadas hirientes y acoso laboral. Antoinette es una detective fiera y con la piel muy dura, pero está llegando a su límite.
El nuevo caso que le asignan parece sencillo: otra pelea de novios que acaba mal. Aislinn Murray es rubia y guapa. Y ha aparecido tan impecablemente arreglada como muerta en medio de su salón propio de un catálogo de muebles, al lado de una mesa dispuesta para una cena romántica. Nada tiene todo esto de llamativo. Excepto que Antoinette está segura de haberla visto antes en alguna parte. Y porque, al final, su asesinato será bien poco de los de manual.
Porque otros detectives intentarán presionar a la pareja protagonista para que arresten al novio de la víctima lo antes posible. Porque al fondo de la calle donde vive Antoinette, acecha una figura en la sombra. Y porque la amiga de la víctima parecía olerse que Aislinn estaba en peligro. Todo lo que van averiguando sobre ella la aleja cada vez más de la muñequita de papel cuché que aparentaba ser. Antoinette sabe que el acoso laboral la ha vuelto paranoica, pero no es capaz de saber hasta qué punto: ¿es este caso un paso más en la campaña para echarla de la brigada o fluyen corrientes más oscuras bajo su superficie reluciente?
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