Tendría que hacerse con ella, pero no sólo con su cuerpo, sino también con su alma. Quiere dominarla, pero lo que de verdad ansía es que ella lo desee.
Max no podía negar que la idea de someterla lo llenara de expectación.
La imagen de la completa sumisión de Victoria, el fuego que había visto en sus ojos y su terrible indiferencia hacían que cada músculo de su cuerpo se tensara.
Además, y por primera vez, existía una posibilidad remota de fracaso, y eso le hacía desearla hasta límites insospechados. Un juego en que lo único real es la pasión.
No hay comentarios
Publicar un comentario